ESTO PARA MÍ ES AMOR

Esto para mí es amor

Cuando era pequeño, me preguntaba sobre el amor para toda la vida. Crecí viendo cómo las películas de Disney me hacían soñar con un “y vivieron felices para siempre”. ¿Cómo podría tener eso? ¿Tendría que pedirle a mis papás que me llevaran a Disney o que lo enviaran por correo? ¿Solo les pasa esto a los seres humanos? Estas preguntas surgían cada vez que me sentaba a mirar dibujos animados, o como decimos aquí en México, caricaturas.

Por otro lado, de vez en cuando veía corazones con iniciales en las paredes de mi barrio o en la escuela, con las iniciales de los enamorados y una flecha atravesada, bajo la sigla “UPS” (UNIDOS PARA SIEMPRE). Seguro ellos veían los mismos dibujos que yo. Luego me preguntaba: ¿El corazón que dibujan es muy diferente al corazón en los libros de Billiken o de Anatomía que me regalaba mi papá? ¿Cómo es que hay un ángel al que llaman Cupido que anda atravesando los corazones de las personas con flechas? Vi en una película que uno puede morir si le pasa eso. Ojalá nunca encuentre a ese ángel Cupido.

Con la llegada de la adolescencia, las cosas cambiaron un poco. En aquel momento, mis amigos, que en su mayoría eran mis compañeros de escuela, se convirtieron en una parte importante de mi vida. Me encantaba pasar momentos con ellos. Recuerdo que asistíamos a los “asaltos”, llamados en la niñez “cumpleaños”, y lo que más esperábamos de esos encuentros era jugar a la “botellita”. Este juego consistía en formar una ronda sentados entre los invitados (chicos y chicas), y cada uno giraba la botella en el piso. Cuando la punta se detenía, podías darle un beso en la boca o en la mejilla a esa persona. Era lo mejor si te tocaba el chico o la chica que te gustaba. Existían las cartas, los mensajes secretos, los regalos sorpresa dentro del aula. Entonces, ¿esto sería el amor? Porque déjenme decirles que aquí escuchaba el término “mariposas en el estómago”. Qué cosa más rara el amor, además del ángel asesino, ahora hay mariposas en el estómago. ¿Cómo entran ahí y por dónde salen? ¡Qué miedo! Ojalá nunca encuentre esas mariposas.

De adulto, con la llegada de “mi primer amor”, me di cuenta de que las cosas no son tan fáciles como creía. El “vivieron felices para siempre” y que “el amor solo está en Disney” no es tan así. Al principio, todo era mágico: los abrazos, los encuentros, las charlas, los viajes. Todo era maravilloso. Mi cerebro estaba embriagado de serotonina y oxitocina, las famosas hormonas del amor y la felicidad. Cada momento era increíble.

Todo cambió cuando aquel “mi primer amor” se fue. Sentí que Cupido me había flechado con una bazuca y que las mariposas explotaron en mi estómago. Estaba completamente destruido. Creo que nunca había experimentado un dolor de tal magnitud. Recuerdo haberme enojado mucho conmigo mismo y con lo que había aprendido durante gran parte de mi vida. ¿En qué dibujos animados mostraron este capítulo? ¿Y mis “vivieron felices para siempre”? Me sentí estafado y frustrado al creer que esta etapa iba a acompañarme por el resto de mi vida. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que el dolor no dura toda la vida y una de las maneras más hermosas de decir adiós es a través del “agradecimiento”. Dar gracias por los momentos compartidos, por las risas, por las travesuras, por los besos, por los abrazos, a la vida por coincidir en este corto viaje de aprendizaje.

Siento que la importancia de construir el amor desde un lugar sano radica en la base sólida que proporciona para el crecimiento y la felicidad personal. El amor no solo existe entre las personas, sino que se manifiesta en la conexión con el mundo que nos rodea, en nuestras pasiones, en nuestras creencias y en el cuidado hacia nosotros mismos y los demás, en nuestro compañeros de vida: nuestras mascotas.  Aunque el fin del amor puede traer consigo un dolor profundo y desgarrador, es fundamental comprender que el amor es resiliente. A pesar de las heridas emocionales que pueda causar, el amor siempre tiene la capacidad de encontrarnos de nuevo, de sanar nuestras cicatrices y de darnos la fuerza para seguir adelante. Quiero recordarte que el amor no es solo un destino final, sino un viaje continuo de crecimiento, aprendizaje y conexión. A medida que construimos relaciones desde un lugar de autenticidad, respeto y cuidado mutuo, creamos un espacio donde el amor puede florecer y perdurar, incluso a través de los desafíos y las adversidades. 

En última instancia, el amor nos enseña sobre la importancia de ser vulnerables, de abrir nuestros corazones a la posibilidad de conexión y de encontrar la belleza en los momentos de alegría y de dolor. Es un recordatorio de que, a pesar de las pruebas y tribulaciones, el amor siempre prevalecerá si lo cultivamos desde un lugar de amor propio y compasión.

Dedicado a mi amor “Serena, mi princesa”. Gracias por tanto amor. 

23-01-2024 

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